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Emprendimientos vitivinícolas se suman al comercio justo

Al menos una decena de emprendimientos vitícolas en Argentina se han subido al movimiento que pretende cumplir con normas de responsabilidad en los procesos de producción.

La industria vitivinícola argentina no ha sido ajena a esto, y es de esta manera que ya hay bodegas que se suma a esta tendencia y de esta manera ya buscan nuevos destinos en el mundo.

“Cuando una empresa u organización de pequeños productores cumple con estos principios y puede demostrarlo es que está bajo el ámbito del comercio justo. Para demostrarlo existe por ejemplo la certificación Fairtrade, el sistema internacional de Comercio Justo más grande y reconocido en el mundo”, explica Mariano Salerno, gestor de fortalecimiento y desarrollo en Argentina de Clac, la Coordinadora Latinoamericana y del Caribe de Pequeños Productores y Trabajadores de Comercio Justo que representar y promover los intereses, el empoderamiento y el desarrollo de unas 700 organizaciones miembros en 24 países del continente.

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En el caso vitivinícola, las primeras organizaciones de pequeños productores de uva para vino certificadas fueron de este y de aquel lado de la Cordillera de los Andes, con  la Cooperativa Chilena Agrícola de Cauquenes y la Cooperativa Argentina La Riojana, en 2005. A partir de ese momento, se fueron sumando viñas y bodegas familiares, trayendo consigo una gran diversidad de vinos y tipos de producción para atender un amplio y cada vez más variado mercado.

En ambos países, el vino es el principal producto en términos de número de productores y trabajadores beneficiados, con un valor de prima de comercio justo estimado en 665.600 USD.

Hoy encontramos 14 organizaciones certificadas que incluyen 607 pequeños productores  y 650 trabajadores en una superficie total de 81 000 hectáreas repartidas en Chile y Argentina. Las variedades de uva destacadas en Chile son Cabernet Sauvignon y Carmenere mientras Argentina posee al Malbec y Torrontés como variedades emblemáticas.

“En el caso de la uva debemos empezar certificando la producción. Aquí se han desarrollado dos formas de certificación: una es cuando los pequeños productores se asocian en organizaciones. Estas organizaciones deben ser democráticas y estar formada en su mayoría por pequeños productores. Se deben seguir principios de producción responsable por ejemplo no usando ciertos agroquímicos que están prohibidos. Cuando se realizan ventas de uva certificada Fairtrade, la organización aparte de recibir un precio justo, recibe una prima social que con participación de los socios se decide en que invertir. Un ejemplo en Mendoza es Viña de la Solidaridad, una asociación de pequeños productores y contratistas que certifica hace más de 10 años y ha sido proveedor de diferentes bodegas de uva certificada”, explica Salerno.

En Argentina han certificado en comercio justo grandes grupos vitivinícola como grupo Peñaflor,  Bodega Norton, que compra uva certificada o  Cooperativa Vitivinícola y frutícola de la Rioja,  y otros emprendimientos como Viña de la Solidaridad A.C. (productores de uva que venden su uva, certificada a otras bodegas),  Bodega Argento  o Finca La Celia S.A., entre otras.

¿Pero cómo se beneficia una bodega que trabaja con comercio justo?

Toda bodega que se comprometa con el tema puede hacerlo, dependerá como es su cadena comercial para determinar como asegura la producción de uva certificada. Si la uva es propia debe comprometerse a apoyar a los trabajadores en el armado del comité y a respetar todos los derechos laborales. También a seguir los criterios de producción medioambientalmente adecuados. Si compra uva, debe cumplir, contratos, pagar en menos cuotas la uva y pagar la prima de comercio justo. No todas las bodegas tienen el compromiso de hacer esto.

El primer beneficio está en los trabajadores, estos acceden a mejores condiciones laborales, reciben apoyo y capacitación en derechos laborales y reciben la prima donde pueden invertir en mejorar su calidad de vida. Por ejemplo bodegas como Marañon, Alta Vista o BGA Montlaiz, realizan compras comunitarias con los fondos de la prima y eso les permite acceder a alimentos más baratos y sanos. “La empresa se beneficia ya que mejora su imagen, también en el caso de la certificaciones como  Fairtrade se recibe apoyo técnico para mantener la certificación y se organizan capacitaciones para trabajadores.

Por su parte, el consumidor se beneficia de manera directa, primero porque está recibiendo un producto hecho bajo una estricta conciencia. Por un lado,  el producto final sella el Sello Fairtrade, este es el que reconocen los consumidores y les garantiza que la cadena de producción fue justa. A su vez se trabaja en campañas de concientización a consumidores. Esto se da en países desarrollados donde existen organizaciones dedicadas a la promoción del comercio justo y sus beneficios. “De a poco esto lo estamos haciendo en Latinoamerica con mucho foco en Argentina con el vino. Ejemplos de campañas son “Universidades por el comercio justo” y “Ciudades por el comercio justo”, finaliza mariano Salerno.

Fuente: Guarda14

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