La muestra se suma a la Colección Permanente que se encuentra en el espacio como parte del Patrimonio del Museo, acompañada con documentación fotográfica que introducen en la vida y obra del autor.
Tras ocho años resguardadas en el edificio de Patrimonio Cultural y Museos, en la antigua Escuela Mitre, una destacada serie de obras de Fernando Fader regresa al Museo Provincial de Bellas Artes Emiliano Guiñazú-Casa de Fader.
Estas muestras de arte se expondrán en el espacio y se suman a la Colección Permanente de obras icónicas de Fader, que serán montadas en la sala de ingreso de la casona para el deleite del público visitante.
Se podrán apreciar uno de sus primeros óleos conocidos de la etapa académica, Dromedarios, de 1902; El cadenero o la demolición, de 1908, y paisajes de la etapa mendocina del pintor. Las obras pertenecientes al período que abarca desde 1898 a 1913 fueron pintadas en su mayoría en la provincia de Mendoza y estuvieron resguardadas durante la refacción del museo.
También se podrá apreciar la obra La visita, de 1922, perteneciente a la etapa cordobesa. A esta se suman una serie de retratos que Fader realizó a personas muy próximas tanto por sus afectos como por su cercanía familiar. Ejemplos de esta serie son Mi hermano Carlos y Retrato de Adela Guiñazú de Fader, entre otras.
Horarios de visita
Turno mañana: miércoles a viernes de 10 a 12. Sábados, domingos y feriados de 11.30 a 14.30.
Turno tarde: miércoles a viernes de 14 a 16. Sábados, domingos y feriados 15.30 a 18.30.
Ubicación: San Martín 3651, Mayor Drummond, Luján de Cuyo.
Los turnos para visitas guiadas para colegios se deberán solicitar a través de correo electrónico
mu***************@gm***.com
o comunicarse de martes a viernes al 49602224, de 9 a 17.
Sobre el museo
El Museo Provincial de Bellas Artes Emiliano Guiñazú-Casa de Fader, concebido para una función activa como cátedra de arte, cuenta con colecciones originales de importantes artistas provinciales, nacionales y con reproducciones de cuadros y esculturas del arte universal. Lleva el nombre del extraordinario artista plástico Fernando Fader, quien pintó los maravillosos murales del hall y de la piscina interna.
La casona donde funciona fue donada por doña Narcisa Araujo de Guiñazú en 1945 y transformada con una original concepción de museo-parque: trazado geométrico de cipreses que forman salas al aire libre para la exposición de esculturas. Abrió finalmente sus puertas al público en 1951. En 1998, se declaran Bienes del Patrimonio de la Provincia de Mendoza el Edificio del Museo, su parque y la obra de Fernando Fader, señal del reconocimiento oficial por el valor patrimonial que el museo tiene para la vida de Mendoza.
El museo cuenta con 45 obras y 7 murales, los cuales fueron pintados por Fernando Fader a pedido de Emiliano Guiñazú, en 1905. Además, la colección cuenta con varios retratos que se han seleccionado en homenaje a los familiares de él, su hermano Carlos y su esposa, Narcisa Adela Guiñazú de Fader, junto a una colección de obras sobre paisajes mendocinos.
Biografía de Fernando Fader
A raíz de una tuberculosis, los médicos le dijeron que le quedaban pocos meses de vida y, para pasar aquel breve tiempo lo mejor posible, le recomendaron mudarse a las sierras cordobesas, ya que el aire puro le haría bien a sus pulmones. Cuando recibió aquella devastadora noticia apenas era un treintañero que había vuelto hacía unos años de Europa, donde había estudiado a los grandes maestros de la pintura.
Era el menor de seis hermanos y en quien recayó el negocio familiar, luego de la muerte de su padre. No fue lo suyo: perdió la fortuna heredada y, finalmente, se fue a la provincia de Córdoba para respirar el aire puro recomendado. Vivió veinte años más, pintó casi 800 obras –en las que retrató distintos lugares del paisaje nacional– y fue uno de los artistas más buscados por los coleccionistas del arte argentino.
El treintañero moribundo se convirtió en el genial Fernando Fader.
Fernando nació el 11 de abril de 1882 en la ciudad de Burdeos, Francia. De padre alemán y madre francesa, a sus tres años, los Fader llegaron a la provincia de Mendoza. Fueron una familia pionera en el desarrollo de la industria petrolera en el país. Se dice que crearon el primer oleoducto en la Argentina, el cual contaba con 42 kilómetros entre la ciudad de Cacheuta y la capital de Mendoza. Tuvieron varios proyectos hidroeléctricos y de energía. Supieron crecer y llevar adelante muchos de ellos. Sin embargo, el destino del pequeño de los Fader no estaba en la ingeniería ni en los números, sino en los pinceles, los colores y las imágenes.
Fernando, a los veintitantos, ya había realizado varias pinturas y dibujos, y una primera exposición en Buenos Aires, que fue elogiada por Cupertino del Campo, director del Museo Nacional de Bellas Artes durante veinte años y también pintor. Esto le abrió ciertas puertas en el escenario artístico local. Pero no fue hasta su estadía de recuperación, cuando en 1915 conoció al galerista y marchante alemán Federico Müller, quien le ofreció un contrato para que continuara con su carrera pictórica y, sobre todo, para solventar sus gastos.
Era el momento de la Primera Guerra Mundial. Nadie compraba arte y había que sobrevivir. Gracias a los contactos de Müller, Fader vendió más de 160 piezas de su producción a precios más que considerables. Así, logró posicionarlo como uno de los pintores más destacados y requeridos de la época.
Demostró su destreza y talento en sus pinturas de género y costumbristas, como Caballos (1904), Fin de invierno (1918), Al solcito (1922); Pocho (Córdoba, 1930). Quizá la pincelada rápida y esa factura veloz para componer las diferentes escenas hagan tildar el estilo de Fader como impresionista.
Además de galerías y colecciones privadas, la Casa de Fader tiene la mayor cantidad de piezas de su producción. Otras tantas están en el Museo Castagnino de Rosario y en el Museo Nacional de Bellas Artes.
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