Horacio Báez, compañero de La Vieja, papá de Adriana Garnier, la nieta 126, cuenta para Diario Luján la historia de amor de los padres de Adriana.
Horacio Luis Báez, abogado. Se desempeñó en el Poder Judicial desde el año 1984 como Defensor Oficial, Juez de Instrucción en la justicia federal y después en la Justicia de la Provincia de Mendoza, desde el año 1993.
Fue Juez de la Cámara del Crimen durante 16 años. Se jubiló el año pasado. Continúa desarrollando su profesión desde otras áreas. Integra el Comité por la Libertad de Milagro Sala y demás presos y presas políticas de la Tupac Amaru. Intervino en la defensa de Nélida Rojas y su familia, cuando estuvo procesada y detenida. Hoy están libres, pero pasaron situaciones muy duras.
Desde hace tres años, Baez integra el Centro de Estudios Legales y Sociales -CELS- como socio. También integra y lleva adelante, la Organización Justicia Legítima en Mendoza.
La historia de»La Vieja», Edgardo Garnier y «Violita», Violeta Ortolani
Horacio fue a estudiar ingeniería en el año 1971 a la Universidad Nacional de La Plata. Allí cursó cinco años, hasta que luego descubrió que su pasión eran las leyes.
En Ingeniería militó en el Peronismo Universitario desde que llegó a la Universidad.
Horacio recuerda que «era una época de muchísima militancia, con un gran calor y mucho entusiasmo en el que jóvenes, chicos y chicas, militaban con entusiasmo por el bien de los demás».
El grupo de Ingeniería estaba integrado por 7 u 8 personas, entre ellas Horacio participaba junto a Edgardo, llamado «La Vieja» y Violeta, llamada «Violita» o «Viola».
Con ellos fui compañero y compartí durante algunos años, la militancia en ese grupo. Especialmente tuve más contacto con Edgardo, aunque fuí amigo de los dos. Al principio no eran pareja, pero después de dos o tres años de militancia, iniciaron su relación», recuerda Horacio.
Recuerdos de Horacio y Edgardo «La Vieja»
Recuerdo anécdotas que se grabaron en mí para toda la vida, sobretodo después que supe lo que pasó, dice Horacio con emoción.
Recuerdo que un día fuimos a un aula estudiantil, en 1973 y me tocó hablar a mí ante los estudiantes de una actividad política de militancia. Fui a contar lo que pasó en Ezeiza, cuando la represión de la derecha nos atacó a los militantes de la izquierda peronista y a otros sectores de izquierda. Contamos que corrimos como nunca lo habíamos hecho. Los nervios en ese momento me hicieron decir que «mataron a 100 muertos».
Ya estando fuera del aula, «La Vieja», me dice ¿cómo vas a decir que mataron a 100 muertos?. Hasta recuerdo sus gestos y expresiones.
Edgardo era un tipo muy humilde en su forma de ser; muy sensible, cuenta Horacio.
Luego dejé de verlo, casi durante un año y pico, cerca del año 1975, 1976. Entre marzo- abril de 1977 me encuentro con un compañero en la Ciudad de La Plata que me contó lo que pasó con ellos.
Pero el amor es más fuerte
A Violita la secuestraron estando embarazada de seis o siete meses. No se sabía dónde estaba. Mientras que Edgardo, desesperado la buscó. Primero estuvo en Entre Ríos. Después volvió.
Le dijeron que estaba en Magdalena (Buenos Aires), y la buscó en el Regimiento de las Fuerzas Armadas Genocidas de Magdalena, que era uno de los lugares de detención y secuestro de personas. Luego de eso no se lo vió más a Edgardo.
«Prácticamente se entregó allí para estar con su compañera», cuenta Horacio.
Un primer reencuentro
Ya después de muchos años, estuve en un acto de la Facultad de Ingeniería que hubo, donde se les entregó a los compañeros desaparecidos, actas donde se certificaba que ellos no habían abandonado sus carreras, sino que habían sido secuestrados y desaparecidos. Es un acta que ponía en valor lo que había pasado y no esa ficción de haber abandonado sus estudios.
En ese acto, conocí a la hermana de «La Vieja». Le conté de nuestra amistad con Edgardo y con emoción lo recordamos.
El amor vence al odio
Estando ya en Mendoza durante esta semana, aparecen las noticias de la nieta 126 y al informarme descubro que se trata de la hija de Edgardo y Violeta.
Para mí fue una enorme alegría. Al verla, la ví muy parecida a ellos dos. Es una hermosa historia, al menos por su final, concluye Horacio en honor a sus amigos.
Diario Luján agradece a Horacio Báez por su generoso testimonio.