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La influencia de lo fáustico en el filme «El abogado del Diablo»

Un breve análisis de la película «El abogado del diablo» y la obra de teatro «Fausto», del inglés Christopher Marlowe. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“El abogado del diablo» es la película de 1997 protagonizada por el magnánimo Al Pacino y un talentosísimo Keanu Reeves.

Se basa en la novela del escritor australiano Morris West. 

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Si bien hay más de doscientas obras sobre el “Fausto” escritas, la idea es centrarse en la versión del inglés Christopher Marlowe para dilucidar referencias, diferencias y similitudes entre la obra, la Biblia y la cinta. 

Fausto, la obra

El Fausto que inspiró la leyenda, como explica María Socorro Suárez, «parece haber sido el alemán Hans Georg Faust, mezcla de mago, alquimista, médico, charlatán, viajero y estudiante de las ciencias ocultas».

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De todas las versiones escritas, es la leyenda alemana Volksbuch vom D. Johann Fausten la fuente de la obra del inglés Marlowe.

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Sesenta y cuatro condenas seguidas, «¡yo no pierdo!»

El filme comienza con el juicio a un profesor acusado de abusar de su alumna. Su abogado, Kevin Lomax (Keanu Reeves), es lo que en términos informales jurídicos se denomina “un tiburón”: jamás ha perdido un caso.

Jamás

Kevin, sabiendo que su cliente es culpable, logra no obstante que se lo declare “inocente”. Inconcebible. 

Festejando su triunfo en un bar, de repente un sujeto de la firma “Milton-Chadwic- Waters” se le acerca con una propuesta imposible de rechazar: vuelo en primera clase para él y su esposa (la bellísima Charlize Theron) a Nueva York, departamento en Manhattan y un sueldo infinitamente superior al suyo en Florida.

Acepta, sin dudas. 

 

 

Tanto Fausto como Kevin son de orígenes más bien humildes.

Con sacrificio, estudio y perseverancia, Fausto se consagró doctor, al igual que Kevin en el área de las leyes.

La insatisfacción, la curiosidad, la ambición desmesurada, el orgullo, la envidia y la arrogancia arrojan al hombre a los brazos del demonio.

En la obra isabelina de Marlowe (publicada estimativamente en 1592), Fausto, debido a sus ansias desmesuradas de adquirir conocimiento y su insatisfacción con lo ya conocido, invoca al demonio. 

El mago pacta veinticuatro años de poder y saberes ilimitados a cambio de su alma.

En la película, es el demonio enmascarado de abogado quien tienta a Kevin, este no invoca a nadie.

La madre del joven Lomax, una señora de fe inquebrantable, le advierte a su hijo que no vaya a Nueva York, “la ciudad del pecado”, mientras le cita el Apocalipsis 18:

«Cayó, cayó la gran Babilonia».

Presiente que esa ciudad corromperá a Kevin. 

Esta escena se vincula con la secuencia en la que el ángel bueno advierte a Fausto que aleje de su mente esos malos pensamientos y se arrepienta en Dios. 

Ambos fueron advertidos, mas ninguno escuchó.

Nueva York, la ciudad que nunca duerme

Kevin y Mary Ann llegan a la Gran Manzana, donde todo es maravilloso y tal como lo prometido: un departamento lujosísimo, chofer, finas prendas, amistades con políticos e influencias, cenas con los más exquisitos manjares…

La joven pareja no da crédito a lo que ven sus ojos y al golpe de suerte que han tenido. 

Al igual que a Fausto, se le aparecen los pecados capitales personificados: el Orgullo, la Avaricia, la Envidia, entre otros.

Fausto, hemos venido en persona del infierno para que asistas a alguna diversión, siéntate y atiende bien a la exhibición”, le dice Lucifer al doctor.

En ambos casos, el exceso es un show y un deleite que debe ser disfrutado al máximo, sin culpa alguna., para así triunfar.

«Arrodíllate ante mí, y todo esto será tuyo«

Finalmente, Kevin conoce a John Milton, el jefe de la firma.

En el pasaje de Mateo 1, el Diablo sube a Jesús a la cima de una montaña y lo tienta con poder y grandezas a cambio de arrodillarse ante él. 

Paralelamente, Milton lleva al ambicioso Kevin a su despacho y le muestra su terraza, una infinita piscina con pasarelas desde las cuales se vislumbra toda la ciudad y los clientes debajo de ellos.

«Allí abajo están nuestros futuros clientes«, le espeta Milton al aprendiz. 

El paralelismo es ineludible.

Asimismo, en la obra de teatro,  Fausto sube a un carro de fuego manejado por dragones desde el cual observa el infinito cosmos, cena con el Papa y conoce a la mismísima Elena de Troya, a quien manda a revivir del infierno.

Juega a ser Dios en la Tierra. 

El mundo a los pies de ambos.

 

 

 

 

 

 

Nótese que tanto Milton como una de las abogadas de la firma hablan múltiples idiomas con total y perfecta fluidez, y el jefe siempre parece saber todo lo que está ocurriendo y lo que ocurrirá.

“¿Cómo lo sabes?”, se asombra Kevin, mas Lucifer solo sonríe.

Sonríe, al igual que Fausto mientras repite para sí mismo: «Cerebro mío, pues, trabaja en esta gran ciencia  y gana una divinidad».

El conocimiento es, sin duda, poder. 

Al igual que el estudio jurídico que burla la ley, Fausto también engaña a pueblerinos de la zona, como cuando le vende un «caballo» a un aldeano, equino que resultó ser un montón de paja apenas tocó el agua.

La omnipotencia no entiende de escrúpulos o valores.

«No me gusta este lugar, Kevin«

Es Mary Ann la primera en presentir que algo no está bien. Su marido vive únicamente para su trabajo, ella comienza a tener visiones diabólicas y no puede quedar embarazada, su anhelo más poderoso.

Llega a vociferar en un momento que “le han quitado sus ovarios”.

Se vislumbra una alusión al clásico “El bebé de Rosemary”, con la disparidad de que Rosemary engendró al hijo del diablo y Mary Ann solo fue violada por él.

No engendró nada debido a que Milton tenía otros planes para Kevin y su paternidad.

Luego del suicidio de su esposa, de enterarse que es hijo de Milton y que en verdad nunca perdió un juicio en gran medida por decisión de su padre, Kevin decide hacer uso de su libre albedrío.

¿Cómo? Quitándose la vida para arruinar los planes de su padre: engendrar un hijo con su media hermana y dar así vida al anticristo.

Dulce Fusto, ¡piensa en el cielo y en las cosas celestiales! ¡Arrepiéntete!

«Nunca es tarde si Fausto se arrepiente«

A diferencia del Doctor alemán, Kevin tiene una oportunidad más.

Todo lo vivido pareciera haberlo visto a través de su ojo en el baño de los tribunales donde estaba juzgando al profesor pedófilo.

Recapacita, se arrepiente y en plena sesión renuncia a representar al acusado, a riesgo de no poder ejercer su profesión nunca más.

No así Fausto, quien en un intento desesperado de redimirse, aclama a Dios, a los ángeles, al cielo, a los astros; pero ya es tarde: el infierno abre sus ígneas fauces y lo descuartiza. 

Su tiempo se ha terminado. 

 

 

 

 

 

 

 

«Vanidad, oh, vanidad»

“¿En dónde está el lugar que los hombres llaman el infierno?”, pregunta Fausto a Mefistófeles.

El infierno no tiene límites, allí donde nosotros nos encontremos, allí está el infierno”.

Es el libre albedrío lo único que salva al hombre del infierno cotidiano que se presenta a diario en diversas situaciones.

Elegir.

Escoger defender a alguien que es culpable o no; optar por dejar a un lado al cónyuge por la ambición del dinero, o no. 

Elegir no caer en la vanidad del ego y la ambición desmesurada a cambio de un ascenso.

Esquivar los lobos entre los que el ser humano se encuentra es un cometido diario; elegir hacer lo correcto es un deber.

*Bárbara Beatriz Caoa Goudailliez, Profesora y Licenciada en Lengua y Literaturas Modernas, FFyL, UNCuyo.

 


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